El envio de Jesús a los Doce

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    En el evangelio de este domingo nos encontramos a Cristo enviando a los Doce.

    • Les envía con una misión muy concreta a predicar la Buena Noticia.

    • Les da poder para expulsar los espíritus malignos.

    •  Les pide que sepan desprenderse de todo lo demás y se centren en lo fundamental.

    De este envío y de esta misión participamos todos los bautizados.  Todos y cada uno de nosotros somos enviados al mundo a ser testigos, a llevar al mismo corazón del mundo el mensaje salvador de Cristo, a anunciar la Buena Noticia, es decir, proclamar ante el mundo que Dios nos ama con locura, incluso con nuestros defectos y pecados.

    Todos debemos sentirnos enviados por el Señor a anunciar esta primera verdad de nuestra fe: el amor que Dios nos tiene, que ha sido capaz de enviar a su propio Hijo para que muera por nosotros y nos libere del pecado y el Hijo se ha entregado plenamente a cumplir esta misión del Padre y siendo nosotros pecadores, nos ha rescatado de nuestro pecado y nos hecho hijos de Dios.

    También a nosotros nos da poder para liberar a los demás de los males que sufren, aliviar sus sufrimientos y para llevar un poco de bien y de felicidad a los que nos rodean.

    Esta es precisamente nuestra tarea como creyentes y seguidores de Jesús: Para sembrar el bien en el mundo entre aquellos que convivimos y con quienes gastamos nuestra vida;  acompañar a los que sufren, de la forma que sea y en el sufrimiento que tengan, para compartir con ellos su dolor y sufrimiento y aliviar sus heridas; para estar con los que están solos y acompañarles; para decir una palabra de ánimo a los desalentados; para ayudar a los que se sienten marginados y olvidados de los demás a comprender lo mucho que Dios les quiere y que esto lo descubran a través del amor que nosotros les damos.

    Esta es la misión que el Señor nos encomienda a todos y cada uno de nosotros anunciar la Buena noticia del amor de Dios a todos,  por medio del amor que nosotros les damos y ofrecemos a ellos.

    Para realizar bien esta misión tan importante relacionada con Dios y con los demás, el Señor, como a los discípulos, nos pide que seamos capaces de desprendernos de nuestras preocupaciones, de nuestros egoísmos, de nuestra preocupación por las cosas materiales, para ocuparnos únicamente de anunciar a los demás el amor de  Cristo con nuestra palabra y con nuestro testimonio y anunciárselo a los demás.

    Precisamente a través del amor que nosotros les brindamos que es solo un pequeño destello del gran amor que Cristo nos tiene, que ha sido capaz de entregar su vida por nosotros, para rescatarnos del pecado.
    Él nos envía para que dedicándonos y preocupándonos por entero a los demás, les ayudemos a curar su dolencias, a sanar sus heridas, especialmente las heridas del corazón y que con nuestro amor les estimulemos para que a través nuestro puedan descubrir el gran amor que Cristo les tiene, le acepten en su vida, se conviertan y se salven.

    Así de importante es nuestra misión, y así de esmerada pide que sea nuestra entrega a ponerla en práctica.

    Sintámonos enviados desde la vivencia de nuestra fe, a ser testimonio para los demás del gran amor que Dios nos tiene amándoles nosotros por encima de nuestros intereses y egoísmos.

    + Gerardo

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