La coherencia y el escándalo

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    Jesús está instruyendo a sus apóstoles a ser discípulos coherentes y les enseña dos lecciones.

    1. Que deben estar siempre a favor del bien, y considerarlo bueno, aunque quienes lo realicen no sean «de los nuestros». Porque, en definitiva, a hacer el bien es a lo que estamos llamados todos, y si alguien que no pertenece a nuestra comunidad lo hace tenemos que valorarlo y alabarlo. Precisamente porque quien vive así y desde el bien no puede ir nunca en contra de nuestra fe, que proviene del bien por excelencia, que es el mismo Cristo.

    2. Otro aspecto importante en el que Jesús instruye a sus discípulos es que deben ser coherentes y vivir desde la radicalidad que pide el ser sus seguidores. No pueden estar jugando a dos bandas, por una parte comprometiéndose a marchar tras el Maestro y las exigencias que Él pone y, por otra parte, querer vivir como el mundo con actitudes mundanas que son contrarias al evangelio.

    La razón para proceder así y exigir esta coherencia es precisamente porque, quien lleva esa doble vida, está escandalizando a los pequeños, a los que no creen, a los que miran a los que nos decimos cristianos y, en vez de animarse desde nuestro testimonio, llegan a la conclusión de que no merece la pena seguir como nosotros. Estamos escandalizando a los que no creen.

    Hoy existe esta opinión muy extendida de cristianos que quieren ser cristianos, pero sin renunciar a ninguna actitud mundana y su vida se convierte en una verdadera contradicción y en un auténtico escándalo porque estando bautizados y llamándose cristianos, viven su vida al margen de la misma, siguiendo más las llamadas del mundo que las de Dios.

    Igualmente existe la corriente de que en el cristianismo todo vale, que cada uno acomoda la fe a su medida. Eso es lo que tantas veces hacemos, pero no es lo que debemos hacer. En la fe cristiana no vale todo. La fe en Cristo es exigente y pide coherencia y todo lo que no sea responderle por el camino y con la exigencia que Él nos pone, hace que seamos motivo de escándalo. Es decir, estamos enseñando a otros desde nuestra vida a eso, a que para vivir como cristianos vale cualquier cosa.

    Jesús, cuando habla del escándalo lo hace metafóricamente, porque no dice que nos cortemos la mano ni el pie ni ningún miembro. Nos pide que quitemos todo lo que nos impide vivir coherentemente nuestra fe, no sirven las medias tintas y que cada uno acomode la fe a su propia exigencia, solo vale que seamos verdaderamente auténticos a la hora de seguir a Jesús. Cuando nos quedamos a medias tintas no estamos siendo de verdad seguidores suyos.

    Es necesario que examinemos cómo estamos viviendo nuestra fe, si con coherencia o queriendo compaginar la misma con actitudes mundanas que contradicen el mensaje de Jesús.

    Seguir a Jesús supone saber decir no a determinadas actitudes mundanas, aunque estas sean actitudes y opiniones muy extendidas en la sociedad actual, para vivir en coherencia con las exigencias del mensaje de Jesús y de su seguimiento.

    Pidamos al Señor que nos ayude a vivir nuestra fe en Él con toda su exigencia, convirtiendo en nosotros todo aquello que no se corresponde con nuestra identidad de cristianos. Solo así estaremos ayudando a otros a vivir también desde su fe y no que con nuestro antitestimonio se escandalicen, inclinándose por otros caminos que no sean los que nos pone Cristo a sus seguidores.

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