Uno de los errores principales de nuestro tiempo, cuando se piensa y se quiere vivir como cristianos y seguidores de Jesús, es que mucha gente cree que en el cristianismo, en el seguimiento de Jesús, todo vale.
Hay muchos cristianos hoy que han hecho de su fe y de su seguimiento de Jesús algo muy acomodado a su manera de entender las cosas, con ausencia de renuncias o sacrificios, sin prioridades, queriendo compaginar el ser cristiano y el ser del mundo y no entienden que para ser seguidor de Cristo se le exija renuncia a actitudes mundanas para vivir desde los criterios y valores del Reino.
Hay muchos cristianos hoy que han hecho de su fe y de su seguimiento de Jesús algo muy acomodado a su manera de entender las cosas
Jesús lo tiene muy claro y así se lo dice a los que le acompañaban: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío» (Lc 14, 25-26).
Jesús pide que, en nuestra vida de seguidores suyos, le pongamos en primer lugar, que ocupe el primer puesto de nuestros intereses. Cualquier persona que ponga en primer lugar otros intereses, aunque sean los de la familia, y a Jesús y su mensaje lo deje relegado a un puesto posterior, no está siendo discípulo ni seguidor de Cristo. Seguirlo a Él pide y reclama de cada uno de sus discípulos, que la persona de Jesús y su mensaje ocupe en la vida de sus seguidores el primer lugar de todos.
Este mensaje exigente de Jesús nos está, claramente pidiendo una auténtica conversión, un cambio radical en nuestra vida y de nuestra vida, que trate de encarnar ante todo y sobre todo el estilo que Jesús propone a sus seguidores, que la voluntad de Dios sea el primero y el más grande de los esfuerzos que su seguidor tiene que hacer en su vida.
Jesús pide a sus discípulos que en nuestra vida posterguemos todo lo demás y nos preocupe Él
Jesús pide a sus discípulos que en nuestra vida posterguemos todo lo demás y nos preocupe Él como interés y valor principal al que queremos seguir y servir, su persona y su estilo de vida.
Cuando alguien quiere compaginar el seguimiento de Jesús con el seguimiento de los postulados del mundo, del tener, el gozar, la comodidad y la mundanidad, está intentando compaginar dos cosas que son irreconciliables.
Tal vez al hombre actual, que entiende mucho de dejarse llevar por ambientes, por sus propias inclinaciones y hacer aquello que no cuesta o proporciona placer aunque sea pasajero, le puede resultar dura y extraña esta forma de seguimiento que Cristo propone, pero no puede ser de otra forma, es el mismo Cristo el que nos lo dice: quien quiere compaginar dos actitudes no compaginables, no puede ser discípulo mío.
Esto quiere decir que tenemos que revisar nuestra vida y ver cómo estamos siendo discípulos y seguidores de Cristo; si nuestro seguimiento es un seguimiento o trata de ser un seguimiento auténtico o más bien es un seguimiento descafeinado, que se parece tal vez muy poco a lo que Cristo nos propone. Nos está pidiendo más radicalidad, más autenticidad y más coherencia de llamarnos discípulos y seguidores de Cristo, pero nos importan otras cosas que no tienen nada que ver con la persona del mismo Cristo; nos importan otros valores y postulados del mundo y nos olvidamos del estilo que Él nos propone a los que nos llamamos y queremos ser sus discípulos.
El Señor comprende mejor que nadie nuestros fallos y está dispuesto siempre a perdonarnos, pero nos sigue pidiendo que los fallos no supongan nunca perder el norte y orientar nuestra vida por caminos que no son los caminos que Dios nos propone.
Pensemos en la radicalidad que supone el seguimiento del Señor y pidámosle que nos ayude a responderle generosamente a lo que Él espera de un discípulo.
+ Gerardo
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